Maldades...

"Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían razones para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y las chumberas. Aquéllos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie puede puede borrar ya"

Camilo José Cela
La familia de Pascual Duarte


Innecesaria

'Una tercera parte, más o menos, de toda la pena que la persona que creo ser debe soportar, es inevitable. Es la pena inherente a la condición humana, el precio que debemos pagar por ser organismos sensibles y conscientes de sí mismos, aspirantes a la liberación, pero sometidos a las leyes de la naturaleza, y sometidos a la orden de continuar marchando, a través del tiempo irreversible, a través de un mundo absolutamente indiferente a nuestro bienestar, hacia la decrepitud y la certidumbre de la muerte. Los dos tercios restantes de toda la pena son caseros y, por lo que se refiere al universo, innecesarios.'

Aldous Huxley



De esencia vacía


         Así somos todos: un vacío inmenso. No somos nada, por mucho que te creas.

      Un nada que necesita de todos. Pero un nada, en definitiva. Un vacío repleto de cosas prestadas, de gente que pasa y de huellas borradas. Quién eres cuando todo cambia y solo tú permaneces. Quién eres. Sólo, todo lo que fuiste. Una deuda con patas que debe sonrisas, placeres, locuras y abrazos. ¿Pretendes quedártelo? Devuelve lo que te dieron. A otros, pero devuélvelo. Todos están vacíos. Todos estamos vacíos. 

       Echar de menos pervive dibujado en nuestras entrañas, pues todos fueron, pero no todos están.  Tu sonrisa no te pertenece. Es de quien te la regalo primero, así que escúpela al primero que pase. Tus lágrimas tampoco. Fueron de quien te las secó. ¿Tus manos? Trazos de caricias que paran el suelo cuando caes. ¿Tuyas? No. De quien respira por ellas. Sal a buscar dueños. Y pregunta también por quienes allanaron tu camino con sus pies. A ellos también les debes mucho.

         No somos nada. Cierto. Pero podemos ser de todos.

         Soy y eres un trocito que regalarán. Nada más. Y nada menos. 


Tener clase

           No depende de la posición social, ni de la educación recibida en un colegio elitista, ni del éxito que se haya alcanzado en la vida. Tener clase es un don enigmático que la naturaleza otorga a ciertas personas sin que en ello intervenga su inteligencia, el dinero ni la edad. Se trata de una secreta seducción que emiten algunos individuos a través de su forma natural de ser y de estar, sin que puedan hacer nada por evitarlo. Este don pegado a la piel es mucho más fascinante que el propio talento. Aunque tener clase no desdeña la nobleza física como un regalo añadido, su atractivo principal se deriva de la belleza moral, que desde el interior del individuo determina cada uno de sus actos. La sociedad está llena de este tipo de seres privilegiados. Tanto si es un campesino analfabeto o un artista famoso, carpintero o científico eminente, fontanero, funcionaria, profesora, arqueóloga, albañil rumano o cargador senegalés, a todos les une una característica: son muy buenos en su oficio y cumplen con su deber por ser su deber, sin darle más importancia. Luego, en la distancia corta, los descubres por su aura estética propia, que se expresa en el modo de mirar, de hablar, de guardar silencio, de caminar, de estar sentados, de sonreír, de permanecer siempre en un discreto segundo plano, sin rehuir nunca la ayuda a los demás ni la entrega a cualquier causa noble, alejados siempre de las formas agresivas, como si la educación se la hubiera proporcionado el aire que respiran. Y encima les sienta bien la ropa, con la elegancia que ya se lleva en los huesos desde que se nace. Este país nuestro sufre hoy una avalancha de vulgaridad insoportable. Las cámaras y los micrófonos están al servicio de cualquier mono patán que busque, a como dé lugar, sus cinco minutos de gloria, a cambio de humillar a toda la sociedad. Pero en medio de la chabacanería y mal gusto reinante también existe gente con clase, ciudadanos resistentes, atrincherados en su propio baluarte, que aspiran a no perder la dignidad. Los encontrarás en cualquier parte, en las capas altas o bajas, en la derecha y en la izquierda. Con ese toque de distinción, que emana de sus cuerpos, son ellos los que purifican el caldo gordo de la calle y te permiten vivir sin ser totalmente humillado.
Manuel Vicent


El hombre

Conócete entonces a ti mismo, no supongas que Dios se ocupará; 
el hombre es el objeto de un correcto estudio de la humanidad. 
Ubicado en ese istmo de un estado intermedio, un ser oscuramente sabio y groseramente grande: 
con demasiados conocimientos para el escepticismo, 
con demasiadas debilidades para el estoicismo, 
allí se balancea, vacilando entre la acción y el reposo;
sin saber si considerarse Dios o bestia; 
dudando de si cuerpo o mente preferir; 
nacido apenas para morir, y racional apenas para errar;
igualmente ignorante su razón, sea porque piensa poco o demasiado;
caos de pensamiento y pasión, todo confundido; 
aún responsable de engaños y desengaños;
creado tanto para erguirse como para caer;
gran señor de todas las cosas, y sin embargo presa de todas ellas; 
único juez de la verdad, enredado en errores interminables; 
gloria, broma y enigma del universo. 

Alexander Pope