Taxonomía de la ignorancia

La psicóloga Cordelia Fine dice que el cerebro no busca la verdad, sino sobrevivir, por lo que siempre intenta construirse un mundo más agradable y benévolo:

“Vanidoso y ególatra, nuestro cerebro trata de convencerse siempre de la opción más cómoda, de la que concuerda mejor con su propia realidad. Por eso memoria e inconsciente se encargan de ajustar lo que no encaja, de cambiar lo que no gusta, de eliminar lo que duele y de ensalzar lo que agrada. De esos mismos mecanismos surge en los humanos la habilidad para caer fácilmente en estereotipos y prejuicios que, llevados al extremo, pueden conducir a tensiones y conflictos”.

Tenemos la necesidad mal alimentada de vivir con etiquetas bien cosidas que nos dejen tranquilos, sabiendo quién es quién de antemano, pues nos ahorra el trabajo paciente, contrastado y matizado de establecerlo por nosotros mismos. Pero estas clasificaciones nos despachan del conocimiento verdadero, por lo que podemos decir –como lo hacía Tusón- que son una “taxonomía de la ignorancia”

Así, sin más, pues no se basa en otro conocimiento que no sean las apariencias. Juzgar por la fachada, por las primeras impresiones, dejándonos llevar por lo primero que vemos; y todo esto ¿para qué? ¡con lo que cuesta luego desmontar esa primera idea!

Ya lo dijo Einstein:

¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.

La edad de las posibilidades

Es posible que llueva y que escampe,
o que el sol apriete y se anhele la sombra.
Es posible que acierte una vez,
y que falle otras muchas.
Es posible que me llames y responda,
o que solo te devuelva silencio.
Es posible que te llame y te encuentre,
o que me hagas salir a buscarte.
Es posible la risa o el sollozo,
la pasión y la desgana,
el delirio y la locura,
la rutina y la sorpresa.
Posible es el hambre, y posible la hartura.
Es posible que el miedo nos congele, ateridos,
o nos empuje a bailar, frenéticos
dibujando figuras fugaces.
El amor, la muerte y la Vida… eso es seguro.

José María Rodríguez Olaizola

Siempre al revés

Es lo que tiene ir contracorriente… y es que hay días en los que, por más que quieras, las cosas no encajan:

- Vives por lo que los demás matan.

- Añoras lo que los demás olvidan.

- Sonríes por lo que los demás lloran.

- Te agrada lo que a los demás le aburre.

- Te apenas de lo que los demás se carcajean.

- Corres por lo que los demás pasan.

- Te interesa lo que los demás desprecian.

- Ríes por lo que los demás consideran tonterías.

- Dudas de lo que los demás dan como certeza.

Curiosa manía esta de ir siempre al revés…

Y de nuevo...

Cuántas veces vuelven a nosotros sentimientos que ya creíamos superados.

Cuando menos lo esperas vienen a tu encuentro pensamientos ya olvidados capaces de despertar en uno mismo aquello que ya dábamos por olvidado.

De pronto, una pregunta empieza a rondar tu mente o una emoción aletargada por el tiempo vuelve a renacer… y ya no hay vuelta atrás. Es ahí cuando sale sin fuerzas de nuestra boca un ¡Dios mío! Y se aproxima la duda llenando la cabeza de porqués sin respuesta.

Es como un salto al pasado. Dicen que un retroceso… aunque quizá necesario.

El pescador y el empresario

Un empresario estaba en el muelle de un pueblo costero cuando llegó un bote pequeño con un solo pescador. Dentro del bote había varios atunes amarillos de buen tamaño.
El empresario elogió al pescador por la calidad del pescado y le preguntó cuánto tiempo había tardado en pescarlos. El pescador respondió que poco tiempo.
El empresario le preguntó por qué no permanecía más tiempo y sacaba más pescado.
El pescador le dijo que tenía lo suficiente para satisfacer las necesidades de su familia. El Empresario preguntó, ¿pero qué hace usted con el resto de su tiempo?
El pescador dijo, "duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, duermo la siesta con mi esposa, me voy todas las noches al pueblo con mis amigos… Tengo una vida completa y ocupada”.
El empresario replicó: "yo soy un MBA de Harvard y podría ayudarte. Deberías gastar más tiempo en la pesca y con los ingresos comprar un bote más grande, con los ingresos del bote más grande podrías comprar varios botes, así conseguirías tener una flota de botes pesqueros. En vez de vender el pescado a un intermediario lo podrías hacer directamente a una fábrica de pescado, incluso podrías abrir tu propia fábrica.
Deberías controlar la producción, el procesamiento y la distribución. Deberías salir de este "pobre" pueblo e irte a la ciudad, luego a la capital e incluso al exterior, donde manejarías tu empresa en gran expansión".
El pescador preguntó cuánto tiempo tardaría todo eso. A lo cual respondió el empresario que "entre 15 y 20 años".
- ¿Y luego qué? dijo el pescador.
- El empresario dijo "que esa era la mejor parte: Te volverás rico, tendrás millones".
- "¿Millones?....¿y luego qué?"
- "Luego te puedes retirar. Te mudas a un pueblo en la costa donde puedes dormir hasta tarde, pasear un poco, jugar con tus hijos, dormir la siesta con tu mujer, ir todas las noches al pueblo con tus amigos…"
- El pescador respondió, ¿acaso no es eso lo que tengo ya?

(Basado en: La Brújula Interior)