Así somos todos: un vacío inmenso. No somos nada, por mucho
que te creas.
Un nada que necesita de todos. Pero un nada, en definitiva.
Un vacío repleto de cosas prestadas, de gente que pasa y de huellas borradas. Quién
eres cuando todo cambia y solo tú permaneces. Quién eres. Sólo, todo lo que
fuiste. Una deuda con patas que debe sonrisas, placeres, locuras y abrazos. ¿Pretendes
quedártelo? Devuelve lo que te dieron. A otros, pero devuélvelo. Todos están
vacíos. Todos estamos vacíos.
Echar de menos pervive dibujado en nuestras entrañas, pues
todos fueron, pero no todos están. Tu
sonrisa no te pertenece. Es de quien te la regalo primero, así que escúpela al
primero que pase. Tus lágrimas tampoco. Fueron de quien te las secó. ¿Tus
manos? Trazos de caricias que paran el suelo cuando caes. ¿Tuyas? No. De quien
respira por ellas. Sal a buscar dueños. Y pregunta también por quienes
allanaron tu camino con sus pies. A ellos también les debes mucho.
No somos nada. Cierto. Pero podemos ser de todos.
Soy y eres un trocito que regalarán. Nada más. Y nada menos.
