Taxonomía de la ignorancia

La psicóloga Cordelia Fine dice que el cerebro no busca la verdad, sino sobrevivir, por lo que siempre intenta construirse un mundo más agradable y benévolo:

“Vanidoso y ególatra, nuestro cerebro trata de convencerse siempre de la opción más cómoda, de la que concuerda mejor con su propia realidad. Por eso memoria e inconsciente se encargan de ajustar lo que no encaja, de cambiar lo que no gusta, de eliminar lo que duele y de ensalzar lo que agrada. De esos mismos mecanismos surge en los humanos la habilidad para caer fácilmente en estereotipos y prejuicios que, llevados al extremo, pueden conducir a tensiones y conflictos”.

Tenemos la necesidad mal alimentada de vivir con etiquetas bien cosidas que nos dejen tranquilos, sabiendo quién es quién de antemano, pues nos ahorra el trabajo paciente, contrastado y matizado de establecerlo por nosotros mismos. Pero estas clasificaciones nos despachan del conocimiento verdadero, por lo que podemos decir –como lo hacía Tusón- que son una “taxonomía de la ignorancia”

Así, sin más, pues no se basa en otro conocimiento que no sean las apariencias. Juzgar por la fachada, por las primeras impresiones, dejándonos llevar por lo primero que vemos; y todo esto ¿para qué? ¡con lo que cuesta luego desmontar esa primera idea!

Ya lo dijo Einstein:

¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.

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