Sabores de Navidad

Estaba en casa. Asomada a la ventana miraba fijamente el torreón de la Iglesia, aunque la espesa niebla conseguía difuminar todo lo que había frente a ella… Pero daba igual, había mirado tantas veces por aquella ventana…
Sostenía una taza de café entre las manos. Le encantaba tomar café cuando estaba en casa. El café que hacía su madre, claro, el recién hecho. Tomó un sorbo, saboreo el aroma… sí, el café recién molido siempre le recordaba a su madre.
Desvió la vista de la ventana… allí estaba ella, con las manos enharinadas moldeando parte de lo que luego sería la cena. También le gustaba a ella esa sensación de las manos en la harina y el olor a pan recién horneado… Esto le recordaba a su padre: sencillo (sólo cuatro ingredientes básicos), pero al que nunca podía resistirse a robarle un pellizco a escondidas.
Echó el alimento sobre el cristal, pintó una carita feliz, sonrió y la borró con la manga del jersey mientras se volvía para calentarse las manos al brasero.
Hacía tiempo que no disfrutaba de un día con tanta tranquilidad. Hoy el reloj se había relajado… tanto que se había olvidado de él. Aspiraba cada segundo intentando retener cada imagen y cada sensación en sus entrañas. Eran pocos los momentos que tenía para disfrutar del hogar, del rescoldo de la familia y quería grabar a fuego aquella estampa para cuando volviese a estar lejos.
Le encantaba volver a casa. Se sentía protegida, allí nada malo podría ocurrir. Podría asegurar que es éste el único lugar que verdaderamente la pertenecía a la vez, que ella, formaba parte de él. Allí donde siempre iba a ser esperada…
Estaba feliz, sin más… Se notaba que ya era Navidad… 

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