Sentir la quietud...

        Sentir la quietud, no por la tranquilidad que pudieras albergar (si es que, de una u otra forma, la hubiera), sino por el ruido de la gente que pasa mientras tú aún sigues tirada sobre la cama…
        Casi tres horas con el mismo CD de fondo; rodeada de lo de siempre: unos pocos folios, esta vez en blanco; un libro que no dice nada y un post-it mal escrito. 
        Las piernas ya entumecidas no te responden (¿o es que ni siquiera tienes fuerzas para decirles que se pongan en pie?) y la cabeza aún ahogada en el espejismo de una ilusión. 
           Al fin y al cabo sólo era eso…

        Y te encuentras ante la imposibilidad de la nada… sin mejor idea que quedarte ahí durante horas…




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