
Para el nuevo año...

Vidas...

Sabores de Navidad

Ser joven es...

Ruido

No te rindas

Didáctica de la Alegría
échala de tu casa, pero sin altivez.
Le dirás que se lleve su catre y su baúl,
que se ponga su gorro de astracán o de lluvia
y que se vaya, en fin, a pisar hojas muertas
o a tocar los llorosos violones del hastío.
Cuestión de prioridades...
Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:
- ¿Cuantas piedras piensan que caben en el frasco?.
Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que lo llenó. Luego preguntó:
- ¿Está lleno?
Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que debajan las piedras grandes. El experto sonrió con ironía y repitió:
- ¿Está lleno?
Esta vez los oyentes dudaron: Tal vez no. ¡Bien!. Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava.
- ¿Está lleno? preguntó de nuevo.
¡No!, exclamaron los asistentes. Bien, dijo, y cogió una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba.
- Bueno, ¿qué hemos demostrado?, preguntó.
Alguien respondió: Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas.
- ¡No! concluyó el experto: lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después. ¿Cuales son las grandes piedras en tu vida?. ¿Tus hijos, tus amigos, tus sueños, tu salud, la persona amada?.
Recuerda: ponlas primero. El resto encontrará su lugar.

Falta de ideas...

Responsabilidades

La Belleza

Sufrimiento

El triple filtro
Un día un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo:
- ¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?
- Espera un minuto - replicó Sócrates. Antes de decirme nada quisiera que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo el examen del triple filtro.
- ¿Triple filtro?
-Correcto -continuó Sócrates. Antes de que me hables sobre mi amigo,
puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir. Es por eso que lo llamo el examen del triple filtro. El primer filtro es la verdad. ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?
- No -dijo el hombre-, realmente solo escuché sobre eso y...
- Bien -dijo Sócrates. Entonces realmente no sabes si es cierto o no.
- Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el filtro de la bondad. ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?
- No, por el contrario...
- Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de
que sea cierto.
- Pero podría querer escucharlo porque queda un filtro: el filtro de la
utilidad. ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?
- No, la verdad que no.
bueno, e incluso no es útil ¿para qué querría saberlo?

Perfección
Vivir
Hacia el Sol
"Nuestro camino no es por fáciles prados de hierba, sino que es un sendero de montaña escarpado y lleno de dificultades. Pero siempre hacia adelante, hacia arriba, hacia el Sol."
Ruth Westheimer
Difícil...
Difícil explicar lo vivido. Difícil relatar lo ocurrido. Difícil demostrar lo sentido.
Hay momentos que están hechos para ser experimentados en carne propia, pues hasta al mejor escritor le faltarían palabras para expresarlo. Momentos que a pesar de ser relatados con uno y mil detalles no se acercarían ni en una décima parte a lo que en realidad fueron.
Explosión de sensaciones, de vivencias, de encuentros, de sonrisas, de lágrimas, de afectos, de conversaciones, de emociones… Una amalgama de todo y de nada, de todos y de nadie, de ti y de Él.
Ahora, desde la distancia que otorga el tiempo, una se empeña en poner nombre a cada hecho pasado, sentido y ocurrido. Una intenta organizar cabeza y corazón como si de una despensa se tratase para que todo quede bien colocado y asentado… Pero imposible… Hay tal imbricación de emociones que al recordarlo lo único que viene a mí es una sonrisa de satisfacción y a la vez de complicidad. Una sonrisa que pone de manifiesto la magia y locura de todo este Misterio.
¿Y si hacemos la vida más fácil?
Hoy encontré esto pululando por las redes sociales:
Las personas complicamos mucho las cosas...
¿Echas de menos? Llama… ¿Quieres quedar con alguien? Invita… ¿Quieres que te comprendan? Explícate… ¿Tienes dudas? Pregunta… ¿No te gusta? Habla… ¿Te gusta? Habla más… ¿Tienes ganas? Hazlo… ¿Quieres algo? Pedirlo es la mejor manera de empezar a merecerlo…
Si el “no” ya lo tienes, sólo corres el riesgo del “sí”
La vida es una sola. ¡Vamos a ser felices!
Taxonomía de la ignorancia
La psicóloga Cordelia Fine dice que el cerebro no busca la verdad, sino sobrevivir, por lo que siempre intenta construirse un mundo más agradable y benévolo:
“Vanidoso y ególatra, nuestro cerebro trata de convencerse siempre de la opción más cómoda, de la que concuerda mejor con su propia realidad. Por eso memoria e inconsciente se encargan de ajustar lo que no encaja, de cambiar lo que no gusta, de eliminar lo que duele y de ensalzar lo que agrada.
De esos mismos mecanismos surge en los humanos la habilidad para caer fácilmente en estereotipos y prejuicios que, llevados al extremo, pueden conducir a tensiones y conflictos”.
Tenemos la necesidad mal alimentada de vivir con etiquetas bien cosidas que nos dejen tranquilos, sabiendo quién es quién de antemano, pues nos ahorra el trabajo paciente, contrastado y matizado de establecerlo por nosotros mismos. Pero estas clasificaciones nos despachan del conocimiento verdadero, por lo que podemos decir –como lo hacía Tusón- que son una “taxonomía de la ignorancia”
Así, sin más, pues no se basa en otro conocimiento que no sean las apariencias. Juzgar por la fachada, por las primeras impresiones, dejándonos llevar por lo primero que vemos; y todo esto ¿para qué? ¡con lo que cuesta luego desmontar esa primera idea!
Ya lo dijo Einstein:
¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.
La edad de las posibilidades
José María Rodríguez Olaizola